En el Jardin N° 20 de Caleta Olivia, excombatiente se reencontró con la enfermera que lo cuidó hace 41 años
El Jardín de Infantes N° 20 trabajo en visibilizar Malvinas y un jardinerito trajo a la sala que concurre un chaleco de un ex combatiente
Pasaron 41 años y el chaleco que regaló Eduardo quedó como símbolo de la historia en manos de Gladys Godoy, la enfermera actualmente radicada en Caleta Olivia. Ella decidió entregárselo a su hermana para que ella, como docente, pudiera contar la historia de Malvinas a todas las generaciones que pasaron por su aula.
Eduardo Aguirre era soldado conscripto de Ejército y formó parte de uno de los primeros grupos de las tropas argentinas que llegaron el 2 de Abril a las Islas Malvinas integrando una sección del Regimiento de Infantería 25 de Sarmiento.
El inolvidable reencuentro fue el viernes en el Jardin N° 20 de Caleta Olivia ambos fueron invitados por las autoridades del nivel Inicial y también compartieron la jornada con veteranos de guerra que residen en Caleta Olivia para asistir a la Sala Itinerante de Malvinas de esta misma ciudad.
En ese lugar volvieron a vivirse momentos de profunda emoción y se reeditaron recuerdos de las duras vivencias en el archipiélago y del periodo de convalecencia en el Hospital Regional, mostrándose además el chaleco que Gladys había guardado como preciado tesoro.
Al igual que otros combatientes, sufrió las consecuencias de permanecer muchos días en lo fríos y húmedos “pozo de zorro” lo que le ocasionó la enfermedad conocida como “pie de trinchera”.
En principio estuvo internado en el Hospital Militar de Campaña que se montó en Puerto Argentino, pudiendo retornar recién días después que finalizara el conflicto bélico.
Lo trasladaron junto a otros heridos en un buque hasta Comodoro Rivadavia y allí fue internado en el Hospital Regional hasta que pudo recuperarse y le dieron el alta, retornando luego a su provincia de origen, Córdoba.
En el nosocomio, recibió un especial cuidado de una joven estudiante de enfermería de Caleta Olivia, Gladys Godoy, quien por entonces tenía 22 años y se hallaba realizando prácticas de su carrera en la ciudad chubutense.
En agradecimiento, el soldado le obsequió el chaleco de su uniforme y se lo dedicó con una firma, pero pasaron más de cuatro décadas y ninguno de ellos volvió a saber que había sido de la vida de ambos.